Hace un par de meses mantenía un intenso debate (de esos que me gustan tanto) con algunos de mis seguidores en Facebook. A raíz de una foto que publiqué con la nueva cara del Bar Puerto (que había tenido que dejar su local de toda la vida por el fin de la renta antigua y trasladarse a uno nuevo), surgieron todo tipo de reacciones. Y es que esa taberna marinera de mesas con mantel de papel, suelos de baldosa y ese olor a pescado que te acompañaba el resto del día, había pasado a ser un restaurante con manteles de hilo, amplia vinoteca y todo un equipo de camareros y cocineros la mar de uniformados.
Muchos juraban y perjuraban en los comentarios de esa foto que jamás volverían a pisarlo tras el cambio, que ya no sería lo mismo. Otros temían una subida de precios. También los hubo que expresaban su aprobación con esa nueva cara. Pero hubo uno de mis seguidores que me hizo reflexionar acerca de una idea: ¿Es posible trasladar la esencia instaurada en un local durante décadas a otro local con el cambio? ¿Deja el Bar Puerto de ser lo que había sido hasta ese momento, una de las tabernas marineras más importantes de nuestra ciudad? En definitiva, ¿qué queda del antiguo Bar Puerto en esta nueva etapa?.
Para mí, la respuesta a las dos primeras preguntas es evidente: no se puede trasladar físicamente lo que el tiempo y los recuerdos han ido dejando. Creo que si la gente del Bar Puerto hubiese intentado recrear esa taberna marinera en su nueva ubicación seguiríamos sintiéndonos decepcionados. Porque la sensación sería la de estar dentro del decorado de una de esas series tipo “Amar en tiempos revueltos”. Reconozcámoslo, la única opción que a todos nos dejaría satisfechos sería la que no es posible: mantener su ubicación.
Siento pena porque lugares como estos desaparezcan de nuestras vidas, como ya sucedió con Eligio o el Turista. Nostalgia de que el Bar Puerto ya no sea un bar, sino un restaurante donde sirven pescado y marisco de verdadera calidad a precios razonables. Es cierto que se pierde parte de la historia de nuestra ciudad, de ese espíritu marinero que Vigo tiene tan arraigado. Pero nada es eterno, excepto los recuerdos y las historias que vamos pasando de generación en generación. Eso es lo que hace de una ciudad lo que verdaderamente es, que nunca dejemos de contar sus historias, por muy insignificantes que nos parezcan.
Para responderos a la tercera pregunta, decidí dejarme caer con el partenaire por el nuevo local del Bar Puerto y repetir el menú que hace un tiempo os contaba en una de mis primeras visitas a su local. Se trataba de descubrir si lo fundamental para mí, su carta y sus productos, seguían siendo los mismos. Y a la vez, que por esa supuesta “subida de categoría” de taberna a restaurante fino, no implicase un cambio estratosférico a la hora de sacar la cartera. Además, también me serviría para tantear mis sensaciones, ver lo que cambiaba mi “experiencia gastronómica” debido a ese traslado.
De partida, la carta sigue siendo la misma. Pescados y mariscos procedentes del Puerto de Vigo. Elaboraciones básicas: cocido, a la plancha o a la gallega. Dejando por completo el protagonismo al sabor de una buena materia prima. Y es que si por algo el Bar Puerto llenaba sus mesas día tras día era por la fama de sus pescados y mariscos. En cuanto a su carta de vinos, el cambio ha sido radical. Han decidido dejar sus tazas y vinos genéricos. Ahora una vinoteca se observa desde la cristalera del local. Se amplia oferta, marcas y calidad en el vino.
Las sensaciones experimentadas, totalmente diferentes. El ambiente que se respira es más serio. De partida te cuesta acostumbrarte a ver a los camareros y a esas cocineras reinas de la plancha perfectamente uniformadas. Y algo de congoja te da, para qué engañaros. Creo que incluso al propio servicio le cuesta adaptarse a los nuevos usos que ese nuevo local requiere. Pides un vino de la carta y por un segundo el camarero parece olvidarse de que tiene que traer copas.
Pero cuando los platos están a la mesa, ya no hay cambios. Calamares, cigalas y zamburiñas a la plancha de primero. Rape a la gallega y corujo a la plancha de segundo. Y todo con el mismo sabor a mar. Los mismos bocados deliciosos de antes, esos con los que le puedes decir al de enfrente: “hay que ver lo que se traen estos del Puerto, eh?“. Rematas la cena con los postres de siempre: sus cañitas y esa tarta de la abuela que no puede faltar. Momento de arreglar cuentas. Y sólo es el vino el que hace que suba algo con respecto a la última vez.
Saliendo por la puerta, pienso que el Bar Puerto ha dicho adiós a su etapa de taberna. Se ha convertirdo en un restaurante más serio y formal. Se nos ha hecho un cambio de look. Pero detrás de sus manteles de lino, su vinoteca y sus cartas perfectamente formateadas, su cocina y su producto excelente no han cambiado ni un ápice.
Ya no podré tenerlo como ejemplo de taberna histórica de la ciudad. Cierto es que ha perdido esa gracia y el punto pintoresco que los años le habían dado. Pero sí sigue siendo el lugar perfecto para disfrutar del mejor pescado y marisco que sale de nuestras lonjas. Así que queridos, en mi caso la evolución estética no hará que deje de pisar el Bar Puerto. Pero sí que le contaré a todos los que allí lleve cómo era antes esa taberna marinera que ahora luce galas de restaurante. Porque en mis recuerdos y mis anécdotas seguirá viva parte de su esencia…
Gracias a Carlos Sotinho por hacerme reflexionar. Y por mantener conmigo un debate sano y constructivo cuando publiqué la foto. Aunque finalmente tuviésemos planteamientos diferentes.
Si quieres ver cómo era el Bar Puerto antes, pincha aquí.
BAR PUERTO
C/ República Argentina, Nº 15
36201 Vigo (Pontevedra)
Tfno. reservas: 986 222 044
Hola Travi.
Me han entrado ganas de ir a visitarlo.
¿Cuál es la nueva dirección?
Hola Fran!! Buena puntualización, jejeje, voy a modificar el post para que aparezca para todo el mundo 🙂 Pero te digo: C/ Repúblicar Argentina, Nº15. Muy cerquita de donde estaban antes.
Hola, leyendo esto no puedo dejar de preguntar, queda alguna taberna con la esencia clásica que tanto parecemos buscar a veces?
Gran artículo. No lo conocía, llevo unos años por la ciudad pero todavía descubriéndola.