Samil tiene tantas caras a lo largo del año, que puedes pasar de odiarla a amarla. Vigo y Samil van unidos. Y probablemente si tú que me estás leyendo no eres de esta ciudad, seguro que nuestra playa principal sea de los puntos que más te suenen cuando te hablan de nuestra ciudad. Esta que te cuento es la historia de amor y odio entre los vigueses y su playa.
Vigo sin Samil no sería Vigo
Samil es la playa urbana de Vigo. Con sus aparcamientos kilométricos y su paseo con restaurantes. Con sus tres piscinas, sus parques infantiles y hasta un mercadillo ambulante. Y con sus merenderos. En definitiva, una mini-ciudad pegada al mar. Una playa cómoda y bien comunicada. Ideal para que familias o grupos venidos de otras partes de Galicia y norte de Portugal la elijan como su favorita para pasar el único día de la semana que pueden dedicar por completo a disfrutar del sol y del mar. Cargados con sus sombrillas, sus neveras portátiles y demás bártulos. Algunos con estructuras veraniegas tan sofisticadas que casi te montan una réplica del comedor de su casa en pleno merendero. Y ríete tú de los de “Megaconstrucciones”.
Con todas estas variables, la posibilidad de pasarse un domingo en Samil en plena temporada alta no resulta nada apetecible para los que la disfrutamos todo el año. Aunque supongo que esto no es algo excepcional. Lo mismo le sucederá al barcelonés con la Barceloneta, o los habitantes habituales de Benidorm con la playa de Levante.
Así que cuando le cuentas a un vigués que tú, también “vigués de toda la vida”, has decidido quedarte en Samil un domingo de Julio, lo más probable es que la expresión de su cara refleje pánico. O quizá lástima. Porque si eres vigués, reconocer que Samil te gusta abiertamente es de raros. Aunque luego cuando sólo tengas dos horas de descanso a mediodía te plantes en su arenal raudo y veloz. O hayas paseado por su paseo y disfrutado de alguno de sus restaurantes en más de una ocasión. “Quita, quita, Samil es lo peor“, te dicen. Y que si será por playas… Decir que Samil te mola si eres de Vigo es como ser hipster y reconocer que ves Gran Hermano. Nadie lo hace, pero chico, tiene una de audiencia…
Y yo confieso…
A mí no me gusta Samil en plena efervescencia. Como no me gusta cualquier otra playa o lugar atestado de gente. El año pasado estuve en Macarella, en Menorca. Me decían antes de ir “es el paraíso, una maravilla de la naturaleza. Te va a encantar“… Era un día de semana de Agosto. Me levanté a las 8 de la mañana para ir a una playa, hacer cola en un parking y andar un buen trecho. Todo para llegar a un lugar donde tenía que ponerme de canto en la toalla si no quería chocar con el bañista de al lado. Y ciertamente, Macarella en sí es un paraíso. Lo que afea la experiencia son las aglomeraciones… ¿os suena?.

Foto: Ari Magritte
Me gusta el Samil de otoño. Cuando todavía el verano nos deja alguna estela de días de sol para no echarlo tanto de menos. También el Samil de invierno, con el viento y la lluvia revolucionando el mar. Y ver la estampa desde la cristalera del Marína Cíes, sentada en uno de sus sofás con un café caliente entre las manos. Adoro el Samil de primavera. El de los primeros paseos en manga corta por la playa. Ver la emoción de Lucca (mi perra) olisqueando el olor a mar desde la ventana del coche cuando nos vamos acercando. Intuyendo que por fin podrá correr a sus anchas decenas de metros a lo largo de la larga orilla.
Cuando el verano empieza a asomarse de nuevo por Samil, disfruto viendo a las mismas señoras, situadas siempre en los mismos lugares de la playa. Pasando lista para ver que ninguna ha fallado. O echándole en cara la falta del día anterior a una de ellas. Disfruto afinando el oído, oyendo como todas esas incondicionales repasan la actualidad de la ciudad, y tienen solución a todos y cada uno de los problemas. Y de los del país y del mundo entero si me despisto. Y cuando en Samil atardece, no hay otro lugar de la ciudad que pueda optar a mejor puesta de sol, cayendo sobre la silueta de las Islas Cíes.

Foto: Ari Magritte
Samil tiene tantos momentos, épocas e historias que realmente no me importa no quererla algunos días un par de meses al año. Dejar que sea menos viguesa y más de otros. De esos que te envidian el resto del año cuando les dices que puedes pasar de la oficina a la arena en menos de 20 minutos. Así que sí, por momentos huyo de Samil. Como lo hago de cualquier tipo de aglomeración y turismo de masas. Por momentos maldigo a los que en su día decidieron cargarse las dunas y el entorno natural de esta playa allá por los años 70 y 80. Y llenarla de chiringuitos, merenderos y asfalto. Pero cuando pienso que son algunos días de dos meses al año frente a los diez restantes de todas esas sensaciones que os contaba, no me importa decir alto y claro que me gusta Samil y que me miren con cara rara.
Otros lugares en Vigo con historias e historietas

Yo aquí de pequeña le daba de comer a los patos.
- El parque de Castrelos es uno de los pulmones de la ciudad. Pero también encierra muchas historias y mucha magia. Si quieres descubrir parte de esa historia, te la cuento aquí.
- Uno de los miradores que pasa más desapercibido en nuestra ciudad se encuentra justo en el centro de la ciudad. La Fortaleza de San Sebastián es uno de los lugares donde podrás disfrutar de las vistas de la bahía de Vigo sin tener que moverte del centro. Y también un ejemplo de ese castigo que tiempo atrás hemos permitido que se produzca con nuestro patrimonio. Tienes todo en este post.
- Y por mucho que se empeñen en afirmarlo, no, Vigo no es una de las ciudades más feas de España. Y aquí tienes algunas razones que lo desmienten.
(Evitando los fines de semana) A mí también me gusta Samil, incluso ahora en verano. Corrí mucho ese paseo hace años, casi a diario… Sería fantástico recuperar las dunas como en O Bao… Pero con una peque de 3 años aprendiendo a nadar, reconozco que esas piscinas que antes me parecían una aberración, ahora me parecen una bendición…
Yo deseo con todas mis fuerzas que la recuperación se ponga en marcha. Porque creo que es viable hacerlo, y seguir manteniendo una zona de recreo y restauración. Quizá no tan inmensa, pero suficiente como para que ese lugar recupere la belleza natural de antaño.
Idem de idem. Las masificaciones las aborrezco, en cualquier parte. Y es cierto que a casi ningún vigues se le oye decir que le gusta Samil, pero llenamos su paseo los domingos de invierno. Buena reflexión Marta.
Te voy a nombrar miembro de oro de Me como Vigo, Emilio, jejeje… Como le decía a otra persona en mi página de Facebook, creo que la historia de Samil es el ejemplo perfecto para reflexionar sobre que los vigueses deberíamos odiar menos, en líneas generales, ¿no te parece?
Estoy de acuerdo contigo, las aglomeraciones me espantan, pero en verano son inevitables, aquí en Asturias, la playa de San Lorenzo, en Gijón, es un claro ejemplo, pero pienso igual que tú, hay diez meses maravillosos para disfrutarlas a nuestro aire. Samil, como ya comenté, me trae muy buenos recuerdos. Soy asturiana y adoro mi tierra, pero mi segundo lugar en el mundo es la tuya, aunque ahora mis vacaciones las pase en la otra orilla. Un saludo.