Se veía venir (o puede que no, si creíamos en un arreglo rápido de la distopía hecha realidad). Al final este ha sido un verano diferente. A ratos triste, por la falta de reencuentros al uso, conciertos al uso y fiestas al uso. Por momentos inquietante, sin saber qué nos depara la vuelta a la rutina más incierta de la historia. Pero también ha sido un verano de proximidad. De #Galiciar, valorar lo que tenemos y no lamentarse por lo que pudo ser y no fue. Y seguimos sin saber si este será el nuevo tipo de verano que nos espera.
Un verano para #Galiciar.
No han sido las vacaciones que tenía en mente para este año. Pero han acabado por ser de esas que alargaría más.
Admitámoslo: 2020 está siendo un año para olvidar. Como muestran muchos de esos memes que pululan por la red, arrancamos brindando eufóricos por un cambio de década que se presentaba pistonudo. Parecía que los tiempos más duros de la crisis de la década pasada habían pasado a mejor vida. Y ahora sólo quedaba darle fuerza y vida a nuestros proyectos.
Pero llegó marzo y nos dio un guantazo con la mano abierta en forma de pandemia. Y nos dijo eso de que la vida es aquello que sucede mientras te empeñas en hacer otros planes. Pensamos que la cuestión se quedaría sólo en un mal sueño y tres meses de confinamiento, pero aquí seguimos. Con la incertibumbre y la mascarilla de compañeras de convivencia para largo.

En Praia de Tuia
Viendo toda esta distopía hecha realidad con la poca perspectiva que puede una tener cuando todavía parece que estamos en el hoyo, me he tatuado a fuego esa frase que recitaba Dorothy una y otra vez para abandonar Oz.
Se está mejor en casa que en ningún sitio
Por fortuna, mi casa geográfica, este Vigo al que adoro, es el mejor hogar del mundo.
Así que con el modo vacaciones operativo, este año tocó poner en práctica una actividad que había dejado algo descuidada en los últimos veranos: Galiciar. No, no vayas corriendo a buscar al diccionario el concepto en cuestión porque todavía no se ha hecho oficial. Aunque debería. Es el término que mi amiga Patricia de diecisietecosas utiliza para referirse a la acción de recorrer los rincones de Galicia para conocerlos, vivirlos y saborearlos.

Para saborear, el bogavante del Amares. De lo más fetén de la galaxia en cocina tradicional
Suena a tópico, pero es una realidad. Nos hemos metido tan de lleno en esa necesidad de viajar lo más lejos posible y las mayores veces que podamos que seguro que conocemos más sitios que se encuentran a miles de kilómetros de nuestra casa que algo que está a tiro de piedra. E incluso a algo que está dentro de nuestra propia ciudad. No sabéis, por ejemplo, la de veces que me han preguntado de dónde son las vistas que saco cuando me acerco a la Fortaleza de San Sebastián. Porque oye, mola sacarse una foto con el letrero de Tulum, pero no preguntes por lo de aquí que ni idea.
En las tres semanas que mi estilismo pasó a ser a base de chanclas y bañador, he pisado la arena del Samil parcelado, y las playas de Bueu, O Grove y San Vicente. He disfrutado de la puesta de Sol en Patos mientras me ponía fina a calamares en el Praia D’Abra. Y he paseado por el Vigo de verano haciendo de la Alameda mi refugio natural en unas terrazas rodeadas de árboles que son como un oasis.

Ser placero vigués en 2020: algo descafeinado.
No os engaño, todo es raro, diferente y a ratos desesperanzador. No ser placera como otros años en Vigo Vello nos apena. A ratos no quieres salir de casa, por miedo o por la pereza que implica estar pendiente de no hacer nada que pueda acabar contigo o con algún familiar tuyo hospitalizado. Pero sí, confirmo lo que ya había afirmado en aquel verano de 2016 sentada de canto en una playa de Menorca. El verano en Vigo es un lujo.

Praia Raeiros (O Grove)
Se está mejor en casa que en ningún sitio
¿Qué pasará? No lo sabe ni Rappel.
La pandemia le ha plantado a nuestra sociedad un espejo delante. Y lo que vemos no nos gusta en absoluto.
Desde que dejamos atrás el encierro hemos tenido que lamentar muchos cierres. No sé si volveremos a disfrutar del ramen pistonudo de Chao Da. Tampoco si se producirá la vuelta de Marimorena en una nueva ubicación, después de todo el sufrimiento que un edificio en ruinas y un cierre por pandemia les ha provocado. Veo el cartel de “se traspasa” en lugares tan buenos como el Hierbaluisa, o en opciones que eran recurso para muchos celíacos en la ciudad, como el Amodo.
¿Cabe lugar a la esperanza?

Quiero un mundo donde poder contar que Chao Da existe hasta el infitino.
El miedo al contagio no parece atenazarnos tanto como el miedo a un segundo cierre. Sólo eso explica que algunos sigan reuniéndose por decenas y otros se abracen y besen como si nada. Y al final, los problemas de salud se entrelazan junto al miedo y la incertidumbre por un futuro que no podemos ni aventurarnos a pronosticar más allá del día de mañana. El cóctel no anima ni a los fanáticos de la vida Mr. Wonderful.
Por este cortijo del Vigo que merece la pena conocer también se ha instalado la incertidumbre acerca de la viabilidad del proyecto. Salí del confinamiento con mucho trabajo y muchas solicitudes de ayuda. Los pequeños negocios necesitaban visibilidad, y ya sabéis que darles voz y mostraros lo bueno que se esconde tras las puertas de cada comercio, cada restaurante o cada proyecto dentro de este Vigo que merece la pena conocer es lo más satisfactorio de mi trabajo. La Trufa, Brutal Bazar o Bocateo, entre otros, fueron mis compañeros de aventuras en esta vuelta a la normalidad. Y yo feliz de la vida de poder deciros que ahí están, al pie del cañón.
Pero nadie sabe qué va a pasar mañana

Juanca y 8.ZERO, equipazo deportivo que apostó por Me como Vigo y funcionó.
El cierre ha dejado los bolsillos de muchos pequeños negocios sin apenas capital. Y mientras llegaba ese verano que los supuestos expertos habían pronosticado como seguro, también volvió a crecer el numero de contagios. La segunda ola llega antes de lo previsto y eso nos hace protegernos como las tortugas en el caparazón de nuestras casas y cerrar los bolsillos para aprovisionarnos.
Sigo recibiendo solicitudes semana tras semana de gente que necesita dar a conocer su proyecto. Sigo teniendo ganas de poder dedicarme profesionalmente a lo que me ha hecho feliz hasta ahora durante tres años: enseñaros todos los proyectos, pequeños y no tan pequeños, de nuestra ciudad y su entorno. Pero cada vez se hace más complicado para muchos de ellos poder invertir en publicidad. Cada vez se recrudecen más las condiciones por las cuales una agencia o marca quiere que colabores con ellos para hacer una campaña. Cada vez las redes sociales se llenan más de perfiles que, bajo la promesa de un mundo fácil siendo influencer, acaban haciendo lo que haga falta por etiquetarse junto a lo que sea.
No voy a desfallecer por ahora. Seguiré investigando las posibilidades en las que pueda seguir realizando un trabajo de comunicación de calidad. Para que tú sigas informado de todas las novedades de negocios, gastronomía y ocio que tienes en la ciudad. Y para que todo aquel que lo necesite, tenga un hueco donde poder contar su historia sin arriesgar un riñón por lo que eso suponga.
Una comunidad viguesa. Un círculo donde todos aportamos nuestro grano de arena. Ese es el sueño.
Pero querido amigo, quizá esos nuevos caminos acaben involucrándote a ti más allá de darle al corazón o dejar un comentario random. El futuro de la información de calidad pasa porque todos nos hagamos conscientes de que detrás de cada entrevista, post, campaña o reportaje, hay gente detrás investigando, creando y publicando. En definitiva, trabajando para que tú puedas estar informado. Despertando tu curiosidad e interés por encima de esos tres segundos de atención de nuestro cerebro atestado de información mediocre e ingente.
Cada mañana me levanto leyendo qué pasa en el mundo gracias a la curación de contenidos que hace Charo Marcos en su newsletter. Los domingos son días de reflexión con el boletín de Causas y Azares. Y pago con gusto mi suscripción a varios diarios o revistas, porque sé que ahí es donde encuentro el contenido que me despierta.
¿Cuánto valor le das a algo así? Si la respuesta es algo parecido a “bastante” o “mucho”, puede que sí haya lugar a la esperanza. Si se asemeja a “gratis” o “cero”, sólo puedo decirte que en un mundo basado en lo gratis no habrá cabida para seguir creando.
Y mientras en Vigo, días de luces. Sí, de Navidad.
Los LEDS no se apagan ni en pandemia.

Tú y yo volveremos a vernos, parece…
Mientras en casa nos debatimos sobre si este año habrá o no cena de Navidad multitudinaria (el no arrasa a día 26 de Agosto), vamos a nuestro Alcalde dando el pistoletazo de salida a la mejor Navidad del mundo. Sí, la del 2020 parece que dejará a la de 2019 a la altura del betún. Una tiene que ver si es que no están echando una reposición de algún programa de actualidad del año pasado, o si no está leyendo un Faro de Vigo atrasado. Pero así es: este año habrá más luces, más fiesta, más Navidad.
No quiero meterme en camisa de once varas. O sí, qué demonios. Opinar no le hace mal a nadie.
Quiero pensar que algún tipo de contrato de permanencia con la empresa de luces tiene a nuestro Alcalde atado de pies y manos. Ya sabes, como esos que tú firmas con la compañía de telefonía X porque te parece pistonuda hasta que pasa el tiempo y te das cuenta que no puedes escapar a otra oferta mejor porque te crujirían las penalizaciones. Y a ver, ¿quién iba a pensar que llegaría una pandemia que haría inviable las grandes multitudes?.
También recuerdo que hubo un día, en tiempos de Oseto (allá por el 2015) que esto de la Navidad fue algo estupendo en la ciudad. Incluso intento creer que la cosa mejorará de aquí a allá, que habrá medidas de seguridad pertinentes y que el locurón que se desató el año pasado con hordas de gentes sin sentido será imposible que se repita en esta ocasión. Y qué leches, a mí me gusta la decoración navideña (con gusto y medida, eso sí). Me da subidón, me voy de paseo a menudo y hasta gasto unas perrillas en una tienda y la otra.
Pero sí. Me da un poco de reparo que mientras se habla sobre cómo vamos a salir de esta crisis pistonuda, se cuenta que hay gente a la que a 30 de Septiembre puede que se le acaben los ERTE’s sin más alternativa que el cierre y el desempleo, sólo vea un discurso que, admitámoslo, ya está más sobado que las repeticiones en Neox del Príncipe de Bel Air. No sé, quizá si me contasen en modo serio y profesional, que esta es una medida para incentivar el comercio, levantar el ánimo decaído de los vecinos y hacer que Vigo en Navidades tenga algo de desahogo después de este año de pánico, lo compraría. Porque ando falta en todas partes de responsables políticos públicos que me hagan sentir segura. Y para comedias, ya tengo a Netflix.